lunes, 23 de diciembre de 2019

INNOVACIÓN EN FERTILIZANTES: CLAVE PARA COMBATIR EL HAMBRE EN EL MUNDO

Artículo publicado originalmente en ESPECIAL NUEVA ECONOMÍA (pág. 20) de Diario de Noticias – Lunes, 27 de junio de 2016.


El premio Nobel de Química de 2014, Stefan Hell, declaraba en una entrevista que “nuestro Estado del bienestar y nuestra calidad de vida están basados en los descubrimientos científicos” e ilustraba dicha sentencia con la opinión de que “el papel de Napoleón, por ejemplo, fue sin lugar a dudas muy importante, pero, si me preguntas a mí, seguramente lo fue más la invención de los fertilizantes” ya que sin ellos, “la gente habría muerto de hambre o se habrían matado unos a otros a finales del XIX por no poder alimentar a sus hijos”. El nobel en estas declaraciones hacía mención a dos puntos importantes: uno general, la importancia de la investigación científica, y otro particular en la puesta de manifiesto de un hecho concreto como es el desarrollo de los fertilizantes. Podemos aunar ambos puntos para obtener una conclusión de total actualidad: la aplicación del conocimiento científico a un problema concreto lleva a la solución de los problemas de las personas. Esta aplicación práctica de la ciencia en problemas concretos es lo que hoy llamamos innovación.

Hoy en día hay una problemática relacionada al bienestar humano. La población mundial está en aumento y demanda alimentos en cantidad suficiente y calidad, pero dicha producción de alimentos puede suponer un problema medioambiental global por agotamiento de la tierra, desertización, generación de residuos bióticos, etc. El problema a resolver es satisfacer esa demanda sin provocar un aumento de la presión antrópica sobre el medio ambiente. Es necesario innovar. Una primera solución al problema de frenar la desertización, el empobrecimiento de la tierra y la necesidad de roturar nueva superficie a costa de áreas naturales, es aumentar la productividad de la tierra y frenar su agotamiento, lo cual se hace a través del enriquecimiento de la misma con fertilizantes, que como hemos indicado al principio no es una idea nueva. Estos deben ser naturales, de forma que el nutriente entre a formar parte de la planta y no quede como contaminante en el suelo. Uno de estos nutrientes es la potasa, que en la proporción adecuada cumple estos requisitos. El estudio de las cantidades adecuadas a cada tipo de suelo y cada tipo de cultivo abre una amplia línea de investigación para la ingeniería agrónoma, que ya se realiza pero que debe adaptarse a cada lugar y momento. Esto implica técnicos formados capaces de hacer los correspondientes análisis y dar una respuesta inmediata a cada caso particular.

Sin embargo, la potasa es un recurso que sólo se encuentra en forma mineral, por lo cual es necesario primero su búsqueda y posteriormente su explotación. En la búsqueda se hace una “investigación minera” que provoca allá donde se hace un mejor conocimiento de la geología, hidrogeología, sismología, geotecnia, etc. de posterior uso para otras aplicaciones (riegos, construcción, ordenación agraria, etc.). A su vez la investigación minera ha sido motor de grandes desarrollos científicos y técnicos en materia de teledetección, analítica, nuevos materiales para perforación, etc. que posteriormente han sido utilizados para mejor conocimiento científico de la estructura de nuestro planeta y su historia geológica. Posteriormente está el desarrollo del proyecto minero, que es foco de innovación en todos los aspectos. En la parte técnica siempre se busca un diseño con las últimas tecnologías que asegure la máxima producción con la máxima seguridad y el mínimo coste (es decir, el mínimo consumo de materias primas y por tanto menor presión sobre el medio ambiente). En la parte medioambiental es, por un lado, fuente de conocimiento del medio local por los estudios que se le exigen y, por otro, fuente de innovación a la hora de buscar reducir o eliminar residuos, consumo energético y consumo de agua. Surgen así los conceptos de economía circular donde a los residuos se les busca una utilidad, que sean materia prima de otra industria. Por ejemplo, y sin irnos del caso de la potasa, los lodos de tratamiento de las aguas de depuradoras urbanas pueden ser compostadas con un añadido de potasa, dado que son pobres en dicho elemento, obteniendo un fertilizante de mayor empleabilidad y productividad. Así el desarrollo de un proyecto, se convierte en motor de innovación.

Hemos innovado en la obtención de un producto como la potasa, pero ahora podemos aprovechar este producto para seguir innovando. No hemos de olvidar que Navarra es una potencia en el sector agroalimentario que continuamente busca mejorar sus productos, entrar en nuevos mercados y consolidarse en los actuales. El inseparable binomio potasa y agricultura puede ser oportunidad para un proyecto de escala que sea motor de innovación en nuevos productos y mejora de los existentes. Tanto en el sector de los fertilizantes como en el propio sector agrícola. Navarra tiene la oportunidad de situarse en el mapa internacional como productora de un fertilizante natural como es la potasa y añadir la innovación en agricultura al liderazgo en innovación que ya ostenta en otros sectores como las energías renovables, la biotecnología o la medicina. Así la innovación en agricultura puede ser también un proyecto para el desarrollo.